jueves, 2 de agosto de 2012

"25° Festival Internacional Universitario de Blumenau 2012"


Análisis de “D-Generación, Tragedia Urbana”
Por: Ricardo Kosovski, Actor, Director y Profesor de Escola de Teatro UNIRIO (Rio de Janeriro)    (en el marco del “25º Festival Internacional de Teatro Universitario de Blumenau”)

La obra está inspirada libremente a partir de Titus Andrónicus, un poderoso general de la Roma Antigua que vuelve triunfante de la guerra contra los godos. Sin embargo, su negativa para convertirse en emperador y las sucesivas muertes debido a la disputa por el trono, desencadenan una ola de venganzas sin fin. Las escenas, a veces chocantes, de decapitaciones y mutilaciones, además de una violación y de una escena de canibalismo involuntario, hacen de ésta, una de las obras shakesperianas más violentas. Esa crueldad exacerbada ha causado una fuerte reacción en los espectadores en todas partes del mundo, como ocurrió en uno de los montajes más famosos del texto (realizado por Peter Brook en 1955) en el cual una ambulancia estaba fuera del teatro para socorrer a los espectadores que se sintieran mal.
En 1975 el ya fallecido director de teatro paulistano, Luiz Antonio Martinez Correa, hermano de Zé Celso, se trasladó con su grupo para Rio de Janeiro, donde montó “Titus Andronicus”, ubicando la tragedia shakesperiana a partir de la violencia en las ciudades de Rio y San Pablo. Fue una puesta memorable donde la brutalidad de la pieza mostraba un carácter perturbador de las condiciones de vida en los grandes centros urbanos. Interesante citar también el montaje de La Fura Del Baús, importante grupo catalán, que hace algunos pocos años, en San Pablo, ofrecía un banquete al final para un grupo de espectadores donde en la última escena Titus sirve a la Reina Támora una torta hecha con el corazón de sus hijos. Y en el texto final, el personaje de Lucio, único sobreviviente de la trama, dice: “Y después de una gran tragedia, seguimos comiendo”.
Si Titus Andronicus tuviera 6 actos, Shakespeare habría capturado a los espectadores en la platea sólo para llevar a cabo ese acto final, porque en el escenario nadie, excepto Lucio, permanece vivo. Al final del primer acto más de dos decenas de personajes mueren y así continúa hasta la masacre final del quinto acto. Titus tiene un brazo amputado, Lavinia la lengua y las manos cortadas, la ama de leche es estrangulada, y por ahí sigue...
En Titus, Shakespeare comienza a esculpir sus grandes figuras trágicas, fue el embrión de sus grandes tragedias. Titus ya anuncia los sufrimientos por los cuales pasará Lear; Lucio es una vista previa de Hamlet; Támora, Reina de los Godos, es un esbozo de Lady Macbeth y así sucesivamente. La obra, considerada una pieza bárbara e imperfecta, aporta, además de las crueldades físicas, algo que será una característica del bardo inglés: el infierno moral que viven sus atormentados personajes trágicos.
Es bastante pertinente, hasta diría que es una obligación, que el tema de la violencia y el horror sea abordado por el arte: toda creación artística, toda poética, supone un trabajo de memoria. Cuando este trabajo se relaciona con grandes temas sociales, como la historia de las masacres y las persecuciones de pueblos y naciones, o aún más, las profundidades de dictaduras que se perpetuaron en el poder, y otros tantos acontecimientos terribles de la historia de la humanidad, surgen las discusiones sobre el modo de representar el horror, sobre la legitimidad del arte para denunciar episodios que desafían los límites de la comprensión humana. La fabulación y sobre todo la restauración y perpetuación de la memoria, en relación a esos traumas sociales, nos permite concluir que el arte, lejos de ser mera ilustración, aporta nuevas lecturas que alimentan una comprensión más profunda de los hechos históricos que no pueden caer en el olvido.
En la presentación del programa del espectáculo “D-Generación” se afirma que la obra “narra una historia que nace de una mentira y que termina en tragedia. Una tragedia urbana, actual. Atravesada por la violencia como reacción, como respuesta, como camino, como solución”.
En particular, en los últimos cincuenta años, se vive una aceleración de las transformaciones jamás conocida y experimentada anteriormente por la civilización humana: nuevas formas de acumulación de capital y de concentración industrial y tecnológica; mutaciones substantivas en los procesos de producción, en los procesos de trabajo, en las formas de reclutamiento, asignación, distribución y utilización de la fuerza de trabajo; que repercute intensamente en la naturaleza de los conflictos sociales y políticos. Esas transformaciones actúan también en el dominio del crimen, de la violencia y de los derechos humanos.
La violencia no es un estigma de la sociedad contemporánea. Ella acompaña  al hombre desde tiempos inmemoriales, desde la prehistoria, pero en cada tiempo Ella se manifiesta de formas y en circunstancias diferentes. Adopta nuevas caras y se viste con variadas máscaras. La palabra “violencia” tiene como raíz, violar, que clásicamente tiene los siguientes sentidos: transgredir, profanar, forzar, obligar, hacer una acción impetuosa. Hablar de violencia implica abarcar todos estos sentidos y profundizarlos en una amplia gama, donde lo que sorprende siempre es la novedad de una acción que puede ser cada vez más violenta que la anterior.
La venganza hoy forma parte de las acciones de buena parte de la humanidad. Desde una pequeña “discusión” debido a algún pequeño desacuerdo, hasta el puro y simple “hielo” que se da cuando las relaciones se cortan, o el “buylling” que está tan en boga en estos días. Eso para no hablar de las bombas y armamentos pesados que emplea una nación en nombre de una “justicia” o de una “ética” completamente oportunistas y sospechosas. La violencia de las palabras, la violencia de las acciones, la violencia de la intencionalidad en la tentativa deliberada de destruir al Otro.
El elenco recibe al público como personajes, con una atmosfera sugestiva, invitando al espectáculo teatral. Se crea un clima como si estuviesen en una especie de purgatorio teatral, en un ritual de espera: espera de que el público se acomode e ingrese afectivamente en el espacio; y espera de los personajes ávidos por comenzar la trama que los mantiene ahí, casi como una trama pirandelliana.
La puesta imprime resoluciones escénicas fuertes, definidas a partir de convenciones de una teatralidad pura y abierta. Hace uso de la especificidad del teatro sin ningún otro apoyo que no sea el actor y el espacio vacío, sin filtro, sin ilusión. La narrativa y la estructura épica en el sentido brechtiano son adoptadas explícitamente. Se entremezclan escenas cerradas de cuarta pared, dramáticas en esencia, con quiebres a partir de la enunciación de cada escena y la libre circulación de los actores-personajes.
Desde el punto de vista actoral, sin juicio de mérito, es visible el desenvolvimiento, la seguridad y la técnica sobre la cual se basa la actuación: dentro de una escuela que busca el realismo interpretativo. Los personajes se deslizan en la escena.
Una de las críticas que hago es en relación a la solución un tanto artificial y primaria en el uso de la pistola y las muertes que surgen a partir de los disparos producidos por el revólver. (PUM! fue gatillado). Menciono este aspecto porque considero el espectáculo sofisticado, con resoluciones creativas y maduras, y creo que eso mismo debería ocurrir en relación a las muertes causadas por arma de fuego. Yo ya había señalado días atrás, con Renato Ferracini, que siempre me pareció que matar y hacer escenas de sexo en teatro son las acciones más difíciles de realizar escénicamente, si se adopta el camino del realismo estricto. En esto el cine y la televisión Le llevan ventaja al teatro. Es necesario encontrar el registro teatral para eso. En la escena de la violación, por ejemplo, inteligentemente el espectáculo brinda un black-out dejando a la imaginación de lo que ocurre con Lucrecia en aquel acto de violencia sexual. Lo que imaginamos será siempre más cruel que aquello que se pueda mostrar en escena.
Uno de los legados que William Shakespeare nos dejó, hace más de cuatrocientos años, fue entender el ser humano en sus flaquezas, sus fuerzas, sus felicidades, sus gozos y angustias. Pero no se trata apenas de entender al otro sino de entendernos a nosotros mismos. Romeo no consiguió tener éxito con Julieta, no tuvo tiempo, ni oportunidad. Macbeth no pudo obtener las ventajas del trono, sangrientamente conseguido. Tampoco Titus consiguió llegar a su objetivo de usufructo del poder.
En cuanto al ser humano Shakespeare nos enseña algo importante, incluso fundamental: el hombre no es Bueno o malo, apenas es hombre. Shakespeare percibió lo que Marx descubriría más tarde: el hombre es una unidad de contradicciones, maldad y bondad que las carga en el pecho, al mismo tiempo y a todas horas. La política es, metafóricamente, un arte de hombres libres, justamente por el esfuerzo y el conocimiento que se requieren para gestionar acciones que regulen los Estados y preparen a las sociedades contra las trampas y las dificultades del destino.
Para Shakespeare, el arte encuentra sentido en la política ya que ésta se diluye en la vida. La política debe ser recuperada para poder descifrar mejor los secretos del hombre y la sociedad.
Como dice el personaje Macbeth: “La vida está llena de ruido y furia, pero al final no significa nada”. Y entonces, caemos en el vacío. Esta es quizás la lección que debe ser comprendida a través de Titus Andrónicus / D-Generación: mucha vociferación para nada o, incluso, “mucho ruido y pocas nueces”.
Felicitaciones y muchas gracias al grupo por el trabajo.



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